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Enfoque de producto vs. proyecto: ¿Cuál es mejor para tu negocio?

La diferencia entre ejecutar proyectos o desarrollar productos

Diferenciar entre un enfoque de proyecto y un enfoque de producto puede ser fundamental para el éxito de tu negocio. En términos coloquiales se podría decir que estamos ante la famosa disyuntiva que planteaba una conocida marca de caldos: “¿Tú cueces o enriqueces?”

¿Qué entendemos por trabajo orientado a proyectos?

Normalmente en entornos de consultoría con un enfoque clásico se suele decir aquello de “aquí trabajamos orientados a proyectos” o lo que sería equivalente a decir “aquí cocemos”.

Cuando hablamos de gestión de proyectos de IT, normalmente todo el mundo tiene en la cabeza un gantt, una matriz de riesgos… piensas en metodologías como la definida por el PMI y en tener controlado el santo grial de la gestión: tiempo, presupuesto y alcance.

La preocupación de un Project Manager es tener bien cerrado el alcance, bien detallada la planificación y que nada se “desmadre”. Todos los esfuerzos se basan en no desviarse demasiado de la hoja de ruta marcada. El fin del proyecto lo marca el último entregable, que cubre el 100% del alcance. Son proyectos orientados a eficiencia y en torno a esa eficiencia gira todo.

¿Qué es un proyecto y qué características tiene?

Todo proyecto tiene una duración temporal y por tanto un fin. Un proyecto no está pensado para prolongarse en el tiempo. En el mejor de los casos un proyecto deriva en un servicio (en ocasiones llamado de manera errónea “proyecto”) de mantenimiento, que muchas veces se usa para suplir las carencias del proyecto a nivel de documentación, estabilidad de la aplicación, bugs…

Sin embargo, los proyectos cada vez son más complejos y lo cierto es que es cada vez más complicado delimitarlos en tiempo, alcance y presupuesto. Y aún en el caso de que seamos capaces de hacerlo con cierto grado de certidumbre, es altamente improbable (por no decir imposible) que eso que se haya establecido inicialmente se mantenga estable (ya no decimos ni siquiera invariable) en el tiempo.

Y esto sucede ya no sólo desde el punto de vista de una consultora a la hora de plantear una oferta, sino incluso desde el punto de vista del propio cliente, incapaz de definir en muchos casos el 100% de sus necesidades antes de arrancar el proyecto.

Por ello y desde hace ya algunos años, viene tomando mucha fuerza de la mano de las metodologías ágiles, el trabajo “orientado a producto” o lo que sería equivalente: “aquí enriquecemos”.

Diferencias entre la orientación al producto y al proyecto

Pero si el objetivo de un proyecto es construir un producto, ¿en qué se diferencia una orientación al proyecto y una orientación a producto? Para responder a esta pregunta es mejor pensar en los parecidos. Ambos enfoques empiezan por “pro”. Y hasta aquí los parecidos 🙂 Veamos entonces las diferencias a través de un ejemplo.

Supongamos que somos una empresa de productos eléctricos especializada en motores eléctricos y baterías. Somos referentes a nivel mundial y queremos construir un coche eléctrico por primera vez en nuestra historia. No sabemos cómo lo vamos a hacer pero nuestro director general nos ha dado unas pautas:

  • Nuestro vehículo va a ser el estandarte futurista de la compañía.
  • Espera que sea el primero de muchos de la línea eléctrica de vehículos.
  • Va dirigido a un segmento joven, que busca algo con lo que identificarse.
  • Es vital poder llegar pronto al mercado, para generar valor lo antes posible y que sirva de línea de ingreso a otros proyectos.
  • No hay un líder claro del sector, pero nos pone a Tesla como referente. No nos podemos comparar con otros fabricantes de vehículos tradicionales.
  • Todos los días hay avances y cambios en la tecnología de los eléctricos e incluso cambios en las normativas.

Cómo es el enfoque de proyectos

Recordad que con el enfoque de proyecto “somos los que cocemos”. 😉

Si nos decantáramos por un enfoque de proyecto, lo primero que tendríamos que hacer sería una fase de inmersión en la que plasmaríamos todos los requisitos que tenemos que cumplir para construir el coche. Podríamos decir que el coche debería estar compuesto por:

  • Chasis
  • Dirección ( dirección, amortiguadores, ruedas,..)
  • Motor (bloque motor, transmisión)
  • Baterías (conjunto de baterías, cargador,…)
  • Sistema de frenada
  • Equipación interior: asientos, acabados,…
  • ….

Identificaríamos equipos que necesitamos y perfiles de gente para nuestro equipo de proyecto. Estimaríamos cuánto esfuerzo nos llevaría la construcción del coche, y trasladaríamos esos esfuerzos a una planificación para poder dar tiempo de ejecución.

A partir de ahí iríamos monitorizando el avance en la ejecución, asegurando que los equipos están ejecutando nuestro plan de proyecto y gestionando posibles cambios, riesgos y contratiempos.

Al final del proyecto, si todo ha ido bien, tendríamos un vehículo eléctrico que comercializar.

Cómo es el enfoque de producto

El enfoque de producto es el “de los que enriquecen”.

En lugar de pensar en el coche como el producto final, pensemos en que cada sistema que compone el coche puede ser un producto en sí. El desglose puede ser similar al del caso anterior:

  • Chasis
  • Dirección ( dirección, amortiguadores, ruedas,..)
  • Motor (bloque motor, transmisión)
  • Baterías (conjunto de baterías, cargador,…)
  • Sistema de frenada
  • Equipación interior: asientos, acabados,…

Supongamos, por ejemplo, que somos parte del equipo que construye las baterías. Sabemos que las baterías en estado sólido son un campo que merece la pena explorar. Con un enfoque orientado a producto, diseñaríamos unas baterías que deberían funcionar para este coche o cualquier otro. Deberíamos incluso partir de la posibilidad de vender estas baterías a otras marcas. Por tanto debemos construir unas baterías que ofrezcan mayor fiabilidad y duración que cualquier otra del mercado, que sea fácil de adaptar a cualquier chasis, que se acoplen de manera sencilla en cualquier motor…

Con un simple cambio de enfoque hemos pasado de ser una marca que aspira a comercializar un coche a una marca que puede comercializar coches eléctricos y baterías. En un abrir y cerrar de ojos hemos diversificado nuestro negocio.

Y ahora supongamos que esto lo hacemos con cada elemento del coche. Estaríamos aportando valor en sí mismo en cada componente de nuestro vehículo permitiendo comercializar el total (vehículo) o cada una de sus partes (motor, frenos, cargador, interiores…).

El resultado final, en forma de vehículo, podría ser igual al que conseguiríamos con una ejecución de tipo proyecto. El valor que cada enfoque aporta a la compañía y la diversificación de negocio que le ofrece no es para nada comparable.

¿Qué impacto puede tener en tu negocio optar por un enfoque de producto o un enfoque de proyecto?

En un giro dramático de los acontecimientos, tras la construcción del prototipo, nuestro director financiero ha echado cuentas y para que fuera rentable este coche debería comercializarse por 150.000€. Este precio está fuera de mercado por lo que este vehículo nunca dejará de ser un prototipo.

Con el primer enfoque (en el que cocemos), todo el esfuerzo habría sido en balde. Nos hemos centrado en generar un producto final que no es comercializable.

Con el segundo enfoque (en el que enriquecemos), se podría observar la viabilidad de comercializar algunos de los productos por separado, como por ejemplo las baterías que poníamos de ejemplo. Al fin y al cabo somos una empresa cuyo expertise estaba en los motores eléctricos y baterías. Igual hemos fracasado en la construcción del vehículo, pero hemos creado unas baterías de estado sólido que nadie más tiene.

Como veis, el adoptar un enfoque u otro puede tener un gran impacto en la continuidad del proyecto, ya sea en sí mismo o como una spin off con cada uno de los productos desarrollados.

¡Por cierto! Este ejemplo no es del todo inventado. En cierta medida le pasó a Dyson. 😉

 

 

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